Ser único va más allá del discurso, hay que serlo.
No importa quién seas o a qué te dediques, tu competencia va a pelear por tus clientes y necesitas argumentos para diferenciarte. Aunque cuando pensamos en diferenciarnos, una tentación es mirar lo que hace la competencia para mejorarlo, o para dar lo mismo pero más barato. Tanto nos fijamos en la competencia que terminamos pareciéndonos a ella, cuando en realidad lo que se buscaba era justo lo contrario: ser diferente.
Para lograr esa diferenciación te planteo tres alternativas:
Ser el mejor. Implica mejorar el producto o servicio de nuestro competidor. Sin embargo, esta alternativa plantea un riesgo importante: competir bajo las mismas bases de la competencia. Este camino no parece ser el más adecuado para un emprendedor o una Pyme porque competir contra un líder con sus mismas armas es renunciar a pensar por cuenta propia y luchar en el terreno que el competidor quiere.
Ser el más barato. Implica una operación eficiente, economías de escala y, en muchos casos, una inversión relevante en infraestructura y tecnología. Si bien la estrategia de precios puede ser muy exitosa, pocas veces funciona para una nueva empresa o una Pyme, a menos que cuente con una tecnología disyuntiva para cambiar las reglas del sector.
Ser el único. Este camino implica no seguir por la ruta que han seguido todos los demás. Es liberarnos de creencias sobre el sector y los clientes, para observar detenidamente lo que ese segmento quiere y para plantear sobre bases nuevas una oferta única. Un camino diferente implica riesgos, lo cual no es nada cómodo, pero no hay otro camino para destacar. Si apenas comienzas, o bien, si quieres liderar un sector, piensa en construir barreras de salida a tus clientes satisfechos y define cuáles serán esos argumentos que te harán distinto, porque si eres igual a los demás sólo serás barato.